Las carassas del Barrio Gótico de Barcelona evidencian uno de los temas más controvertidos de la capital catalana: su vínculo histórico con la prostitución.
Hay temas que no se tocan debido a la vergüenza, una supuesta mala imagen o porque ahora todo tiene que ser políticamente correcto. Uno de ellos es el vínculo histórico que existe entre Barcelona y el oficio más antiguo del mundo. Ya en tiempos de Barcino había todo un negocio montado en torno al sexo. En esa época época eran muy demandados los servicios de meretrices como Felatrix (experta en felaciones) o Bustruariae (que tenía sexo en cementerios).
Por supuesto, también había burdeles. A lo largo de la historia se han señalizado de múltiples formas: colgando flores en la entrada, pintando la parte baja de la puerta de rojo lujuria y las carasses. Estas no llegarían hasta el siglo XVII . Hoy, siguen observando a los pecadores que pasean por el Barrio Gótico de Barcelona.
Las carassas son figuras de piedra que representan la cabeza de un demonio o sátiro, féminas, medusas o rostros pecaminosos. Allá donde dirigían su mirada, había un prostíbulo, eufemísticamente conocidos como casas de barrets. Hoy siguen en las esquinas de los edificios que sirvieron como tal. Empezaron a instalarse en 1640, tras la Guerra dels Segadors. De hecho, indicaban a las tropas castellanas donde podían desfogarse. Su presencia también coincide con una época de intensa actividad portuaria y los marineros no tienen la mejor de las famas. Solían prometerle a la Virgen que si les salvaba de la mala mar, harían feliz a una mujer. Vamos, que también les venía bien saber dónde estaban los lupanares.
Carassas conocidas
Algunas de estas carassas hasta tienen nombre. En la esquina entre el carrer de les Mosques y Flassaders está el Papamosques, que se llama así porque parece que esté comiendo moscas. Aunque se parezca al que marca las horas en la Catedral de Burgos, no tiene nada que ver. Se dice que durante un tiempo hubo un burdel de cierta categoría al que acudían los marineros para sacar del oficio a estas mujeres (y cumplir la promesa a la Virgen). Otro ejemplo está al final del carrer Mestres Casals i Martorell se encuentra la figura de La Caterina. No se ha confirmado su asociación con las mujeres de mala vida pero todo apunta a que sí.
Entre el carrer dels Mirallers y Vigatants está la carassa más famosa y la menos desgastada por el tiempo (imagen destacada). En agosto de 1983 el Ayuntamiento derribó el edificio en el que estaba colocada como parte de un plan de rehabilitación de Ciutat Vella. Gracias a la acción vecinal, volvió a su sitio.
Otra carassa curiosa es la que está en el carrer de les Panses, una calle escondida cercana a Santa María del Mar. En el balcón del tercer piso de un edificio que da al carrer de les trompetes hay media cara barbuda. Esta marca apunta que solo había señoritas de compañía en esa planta.
Prostitución e Iglesia
La Iglesia también contribuyó al negocio de la prostitución, al menos durante el siglo XVII. Los días de celebraciones religiosas se encerraba a las prostitutas en el convento de les Egipcíaques, hoy la sede de la delegación del CESIC en Cataluña. Las monjas aprovechaban para convencerles de que dejasen la mala vida y formasen parte de su comunidad. Para compensar la falta de ingresos, ganaban un sueldo alquilando los molinos públicos del carrer Basses de Sant Pere.
Hubo un momento en el que la Iglesia se percató de que no podía impedir que se ejerciese el negocio de la lujuria. Por eso pasó a controlar los lupanares de Barcelona con la intención de que los ingresos se recondujesen a causas caritativas. Claro que eso, como el significado de las carassas, no suele comentarse.
Por cierto, si quieres saber más puedes hacerte esta ruta por la Barcelona lujuriosa, en la que además explican el turbio pasado del Barri0 Chino o dónde estaban los bares más canallas.