Algunos de los incendios de Barcelona que han marcado para siempre la historia de la ciudad.

Barcelona es una ciudad que sabe que quien juega con fuego, se quema. Las llamas tienen un papel importante en su historia y ha actuado sin miramientos en todo tipo de contextos: violentos, reivindicativos, misteriosos… Estos son algunos de los más remarcables.

Revueltas anticlericales o bullangues de 1835

Era 25 de julio de 1835 y el país se encontraba en plenas guerras carlistas. El clima era de crispación social. Había un rechazo general hacia las órdenes religiosas, acusadas de apoyar al bando absolutista de Carlos María de Isidro. Mientras estas recibían apoyo económico y algunos frailes tomaban las armas, las clases populares soportaban el peso y las muertes de la guerra civil. A Barcelona habían llegado las noticias de que en Reus y Zaragoza se habían producido motines anticlericales que se habían saldado con la quema de conventos y el asesinato de religiosos. Los nervios estaban a flor de piel, solo faltaba que prendiera la chispa adecuada.

Esta saltó el día de Sant Jaume, a raíz de una desastrosa corrida de toros que hizo enfurecer al público. Asaltaron la plaza y se hizo a las calles, apedreando y prendiendo fuego a todo edificio que representara el hambre, la pobreza y drama que subyugaba a la sociedad. La Rambla, que en aquel entonces era un desfile de conventos e iglesias, también pagó las consecuencias. Varios grupos incendiaron el convento de los trinitarios descalzos (ahora ocupado por el Liceu) o el de San José de los Carmelitas descalzos (junto a La Boqueria). 

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El Mercat de Sant Josep de La Boqueria nació por las peticiones populares de aprovechar el solar que había dejado el Convento de San José de los Carmelitas Descalzos.
Incendios del Gran Teatre del Liceu

Sobre las ruinas del convento de los trinitarios descalzos se construyó el Gran Teatre del Liceu, que a lo largo de su historia ha sufrido dos incendios y un atentado (aquí lo explicamos). Se inauguró en abril de 1847 para que Barcelona acogiese a las grandes óperas que habían triunfado o estaban arrasando en Europa. La alta burguesía lo convirtió en su escaparate y las clases populares, también bienvenidas, en un entretenimiento. Corrió la voz de que aquí se organizaban fiestas en las que imperaba el desenfreno y el pecado.

Una de estas bacanales se les fue de las manos y en 1861, un incendio destrozó la sala principal del teatro y su escenario. El origen de aquella tragedia era desconocido. Unas malas lenguas apuntaban que los fantasmas de los clérigos enterrados bajo tierra habían tomado cartas en el asunto. Otras, que durante la retirada de escombros se encontró un papel que rezaba “Soy un búho y actúo solo. Si lo volveréis a leventar, lo volveré a quemar”.

La profecía se cumplió. La mañana del 31 de enero de 1994 Barcelona despertó con una imagen que se le grabaría en la retina para siempre: la del Liceu en llamas. Tras el incidente se remodeló para convertirse en uno de los teatros más seguros del mundo.

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Grabado del incendio de 1861.

 

Semana trágica de Barcelona de 1909

La entrada de España en el siglo XX fue peliaguda. Se arrastraba la pérdida de Cuba, Filipinas y Puerto Rico de 1898 y el panorama político consistía en dos partidos que se pasaban la pelota a base de pucherazos y caciquismo sin dejar jugar al resto de agrupaciones. El Gobierno intentaba asegurar posiciones en el norte de Marruecos y aquello estaba costando muertes y el posterior desencadenamiento de la Guerra de Melilla. En este contexto se publicó un Real Decreto que enviaba reservistas al norte de África. Estos eran hombres trabajadores cuyo sueldo austero sostenía al resto de la familia. La única forma de librarse era pagar 1.500 pesetas, dinero que no tenían.

Cuando las tropas empezaron a embarcar rumbo a una muerte segura, la tensión estalló. Se convocó una huelga general que evolucionó a una insurrección con graves enfrentamientos entre la Guardia Civil y los protestantes. En el mundo anarquista, se describió a la Barcelona como una Rosa de Fuego.

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Imagen del 10 de agosto de 1909, durante la Semana Trágica de Barcelona | Fuente: todocoleccion. net.

 

Incendio del estudio de Antoni Gaudí

El fuego también es el responsable de que nunca veremos la Sagrada Familia tal como Gaudí la concibió. Se empezó a construir en 1882 y sabía desde el principio que no viviría para tenerla terminada. Aunque contaba con que la construirían varias generaciones de arquitectos, trató de dejarles toda la documentación posible para que pudieran continuar su trabajo. Fue inútil. Durante la Guerra Civil un grupo de anarquistas exaltados entraron en el Templo expiatorio para prenderle fuego ¡. Destrozaron el taller en el que se guardaba toda esta información y el diseño original de esta gran obra se perdió para siempre. El ejemplo más aproximado al resultado que buscaba el padre del modernismo catalán es el de la cripta que construyó en la Colonia Güell, que describió como una “maqueta monumental de la Sagrada Familia”.

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La Sagrada Familia.

 

Imagen de portada: EL PAÍS.