La verdadera historia de Enriqueta Martí o la Vampira del Raval, la mujer más famosa de la leyenda negra de Barcelona. 

Enriqueta Martí Ripollés ha pasado a la historia como La Vampira del Raval, una prostituta, proxeneta, bruja y secuestradora de niños que conmocionó a la Barcelona de 1912. Basta con buscar ese mote en Google para encontrar toneladas de información sobre esta mala malísima. Un sambenito que, según algunas investigaciones, se creó para favorecer los intereses de una alta burguesía viciada.

No era trencadís todo lo que relucía en la Barcelona de principios del siglo. Había riqueza, pero solo en unos pocos bolsillos. La gran mayoría de la población sobrevivía a interminables jornadas en las fábricas, las enfermedades y el hambre. La realidad tiene varias caras y la historia de Enriqueta Martí forma parte de la menos amable. Esta se explica en detalle en el ensayo de Desmontando el caso de La Vampira del Raval. Misoginia y clasismo en la Barcelona modernista, de Elsa Plaza.

Esta apasionante investigación, publicada por Icaria Editorial, descubre cómo La Vampira del Raval se fabricó para encubrir una cultura patriarcal y capitalista que se alimentaba a base de la explotación laboral y sexual de niños y mujeres. Es decir, que todos esos adjetivos con los que ha pasado a la historia son falsos. Lo único que se pudo demostrar fue el secuestro de una niña, Teresa Guitart. Cuentan que a la hora de registrar el domicilio de Enriqueta también descubrieron huesos de víctimas que habría asesinado para fabricar ungüentos para ser inmortal. Incluso indicios de una doble vida: por las mañanas utilizaría a las criaturas para mendigar y, por la noche, se trabajaría como Madame para la clase alta, especialmente en el Casino de l’Arrabasada.

Pero, ¿cuánto de esto fake news?

vampira del raval
Portada de una revista de la época.
Enriqueta Martí Ripoll

Según las indagaciones de Plaza, la historia de La Vampira es tan falsa que ni siquiera se apellidaba Ripollés, sino Ripoll. Vivía en El Raval, en aquel momento uno de los barrios más hacinados de Europa. Era pobre y estaba casada con Joan Pujaló, un pintor venido a menos (no con un burgués como leerás por ahí) con el que tuvo varios negocios. Se ganaban las lentejas como podían: vendiendo antigüedades, de la caridad o montando una herboristería. Enriqueta Martí tenía habilidad con las plantas por lo que también ejercía de curandera. En aquella época solo los ricos podían permitirse un médico, por lo que era la clase de figura a la que acudían las clases obreras y humildes para sanar sus males, parir o abortar.

La hermana de Pujaló era viuda y tenía varios hijos a su cargo. Uno de ellos, Angelita, nació después de la muerte de su marido. Como estaba mal visto que una mujer diera a luz fuera del matrimonio, se la entregó a Enriqueta Martí. No fue el único apaño. La supuesta Vampira había tenido un hijo que murió de desnutrición al poco tiempo de nacer, como tantos otros en la época. La cuñada le pidió que introdujera en el registro de defunciones el nombre de uno de sus hijos para evitar que lo llamaran a quintas. Más tarde se le acusaría del asesinato de este niño, a pesar de que la familia trató de desmentirlo.

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Portada de L’Esquella de la Torratxa.
El secuestro de Teresita

Enriqueta Martí fue detenida el 27 de febrero de 1912 por el secuestro de Teresita Quitart, el único hecho que se pudo demostrar. En el domicilio también estaba Angelita, que decía ser su hija. Teresita, que llevaba desaparecida dos semanas, tenía la cabeza rapada. No por algo turbio, sino porque tenía piojos. Aun así, la prensa acusó a La Vampira de diez asesinatos, santería y prácticas de brujería.  La sentencia judicial, de tráfico de menores y robo.

Solo se consiguió demostrar el secuestro de la pequeña. Ingresó en la cárcel de manera preventiva ya que la policía y la prensa, por diferentes motivos, se habían encargado de acusarla como una letal asesina en serie.

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Teresa Guitart, la única niña que secuestró Enriqueta Martí.
Los verdaderos vampiros

En la misma semana en la que raptó a Teresita, se había descubierto un caso real de un prostíbulo infantil en El Raval, una trama que contaba con la complicidad de la policía. Enriqueta Martí era el chivo expiatorio perfecto para justificar la oleada de desapariciones de menores que sumía a Barcelona. En realidad, esos niños y niñas terminaban en burdeles para ricos o trabajando como esclavos en las fábricas de Francia.

Pero mejor señalar a una mujer sádica como culpable que a los ricos empresarios o la policía, ¿no?

Claro que había vampiros. Eran la otra cara de la Barcelona modernista: funcionarios corruptos, burgueses, comisarios… Gente de las altas esferas que les vino de perlas verter sus delitos y falsa moral en una mujer sin recursos.  Elsa Plaza explica: “Lo único cierto es que Enriqueta secuestró a Teresita por motivos que nunca conoceremos. Su abogado defendió que sufría un trastorno por no poder ser madre. Teresita era su sobrina y ella la cuidaba. Respecto a los huesos, se demostró que eran de una persona de unos 25 años. Ella era curandera y, en aquella época, se pensaba que tener determinados tipos de huesos en casa traía suerte.”

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La Vampira según la revista ‘La Campana de Gràcia’.
El “nido de ninfómanas” y la muerte de Enriqueta Martí

Enriqueta Martí fue encarcelada en la prisión para mujeres Reina Amalia. Una falsa entrevista falsa publicada en la revista satírico-erótica Papitu describía el entorno como un “nido de ninfómanas”. Nada más lejos de la realidad. Ahí iban a parar no solo criminales, sino mujeres obreras, que vendían sus cuerpos para comer, que habían abortado o violadas que habían matado a sus agresores. Deconstruir el mito de La Vampira y humanizar a Enriqueta es destapar un sistema que explota a las clases populares y lo maquilla creando un enemigo común.

La prensa sensacionalista también se encargó de difundir que Enriqueta Martí había muerto linchada por sus compañeras de cárcel. Nada más lejos de la realidad. Sufría un cáncer de útero que no podía curar. Por cierto, los paños ensangrentados que encontraron junto a los huesos de animales que se utilizaron como prueba para acusarla de monstruo eran la consecuencia de esa enfermedad.

La prensa necesitaba carnaza y el poder barcelonés, un señuelo para despistar. La verdadera historia de Enriqueta Martí es la de un país en la que la desaparición de menores era el pan de cada día. Ya fuera para explotarles en las fábricas, como reclamo sexual, para mendigar o entregarlos a familias adineradas. Trabajos como el de Desmontando a la Vampira del Raval son importantes que, junto a una Barcelona modernista, lujosa y acaudalada, coexistía otra precaria, explotada y silenciada por verdaderos vampiros.