La historia de Barcelona también la escriben los vencedores, nótese el masculino. Estas son algunas ‘ellas’ que se quedaron en el tintero.
Si buscas en Google qué artistas, poetas, cantantes o personajes célebres han destacado en la historia de Barcelona, la mayoría de los resultados muestran nombres masculinos. Hace falta indagar bastante para descubrir una mujer. Si encima la intención es investigar si tienen alguna relación con La Rambla, la tarea se complica, mucho.
Esta es una ridícula muestra de esas mujeres rebeldes, luchadoras, libres e intelectuales que de un modo u otro forman parte de la historia de Barcelona y, concretamente, La Rambla, su paseo más concurrido. En el libro Elles!, editado y publicado por la Generalitat en el 2017, puedes encontrar muchas más.
Maria Francesca Fiveller, la ‘Virreina’
En el número 99 de La Rambla se sitúa el Palau de la Virreina, un edificio señorial del siglo XVIII. Lo mandó construir Manuel de Amat y Junyent cuando volvió a Barcelona con una gran fortuna tras ser cesado como virrey de Perú. A Amat le gustaba la ostentación y exhibir sus riquezas, costumbre que continuó practicando en la capital catalana. Por eso se mandó construir dos palacios, uno en La Rambla y otro en Gràcia, donde está la actual plaza de la Virreina.
A todo esto, Maria Francesca Fiveller estaba prometida con su sobrino. Sin embargo, boda que no se llegó a celebrar, nunca se supieron las circunstancias. Para reparar el honor de la familia, la casaron con Manuel de Amat, que le triplicaba la edad. El matrimonio duró tres años por la muerte del virrey. Este le dejó toda su fortuna pero lo más importante, que Barcelona nunca olvidase la historia de la Virreina.
Eulàlia Ferrer, dueña del ’Diari de Barcelona’
En el siglo XIX parecía imposible que una mujer fuera maestra librera, mucho menos estar al mando de un periódico. Sin embargo, Eulàlia Ferrer, nacida en el seno de una familia de libreros e impresores, lo consiguió. A los doce años heredó la empresa familiar de su difunto padre, que también le dejó una pequeña fortuna. Este amor por la palabra escrita fue lo que le unió con Antoni Brusi i Mirabent, que se dedicaba a la encuadernación y venta de libros. Juntos fundaron una imprenta que registraron a nombre de los dos, algo inaudito. En 1808 estalló la guerra entre España y Francia con la consecuente invasión napoleónica.
Eulàlia y Antoni trasladaron su empresa a Tarragona para imprimir las publicaciones antifrancesas La Gazeta y el Diari de Barcelona, que duraría hasta 1994. Acabado el conflicto volvieron a Barcelona pero en 1821 su marido murió de fiebre amarilla. Ella sola tomó las riendas del Diari de Barcelona y se aseguró de que sus hijos viajasen y aprendieran del mundo. Cuando confiaba en que dejaba el negocio en buenas manos, se retiró.
Anna Monner, la actriz que no quería serlo
Anna Monner nunca quiso ser actriz. Su padre se dedicaba a esa profesión y llevaba una empresa de teatro y se había criado en el mundo de la farándula. Ella lo veía repleto de vicios, de gente desagradecida y maleducada. Sin embargo, tenía un talento increíble. En 1865, con tan solo once años, debutó en el Teatro Tirso de Molina. Sus grandes dotes hicieron que le llovieran los papeles, que ella siempre recibía con desgana. Arrasó en el Gran Teatre del Liceu, en el Teatre Novetats,, en el Principal de La Rambla y en el Romea. Aquí formó parte del elenco de actores de Frederic Soler, Pitarra. A los 53 años dejó los escenarios debido a una parálisis pero el teatro la persiguió hasta su muerte.
Francesca Bonnemaison, culturizando a las mujeres obreras
Francesca Bonnemaison fue una pedagoga que se tomó muy en serio la educación y formación de las mujeres obreras de su tiempo. En 1909 fundó el Institut de Cultura y Biblioteca Popular de la Dona, un espacio que nació siendo modesto pero que al cabo de un año se convirtió en toda una institución cultural. Las mujeres tenían prohibido ir a la universidad pero encontraron en Bonnemaison una vía para aprender todo lo que les estaba prohibido. De forma gratuita, leían, acudían a clase, aprendían idiomas y ciencia. Bonnemaison era una feminista conservadora convencida, es decir, luchaba en cuerpo y alma por la educación de la mujer siempre que se respetaran las instituciones familiares. Cuando se declaró la República luchó por la legalización del voto de la mujer, fundó la sección femenina de la Lliga Regionalista e incluso se presentó a unas elecciones.
Durante la Guerra Civil se exilió en Suiza con su amigo y aliado Francesc Cambó. Volvió en 1941 pero para entonces, la Falange Española había moldeado el Institut a su imagen y semejanza para su Sección Femenina. Bonnemaison se desvinculó de este nuevo enfoque hasta su muerte.
Aurora Bertrana y sus Paraísos Oceánicos
A Aurora Bertrana se la conoce, entre otras cosas, por fundar la primera banda de jazz femenina de Europa. Pero también fue una viajera y aventurera adelantada a su tiempo, mucho. A principios del siglo XX era inconcebible que una mujer viera el mundo que ella disfrutó. Su familia intentó aferrarla a un mundo de costura y bolillos, hecho que la estrangulaba hasta llegar a la asfixia. También le cerraron las puertas de la escritura, pues según su padre, el autor Prudenci Bertrana, no era una profesión de señoritas.
Bertrana encontró en la música su vía de escape. Se ganó el primer sueldo tocando en un café en La Rambla y después se fue a vivir a Ginebra, donde fundó un trío de jazz en el marco de los ‘felices’ años veinte. No obstante, aquella Europa repleta de convencionalismos y prejuicios se le quedaba pequeña. Ni su fortaleza y libertad de espíritu consiguió evitar que la casaran con un ingeniero eléctrico que la cortejaba. Lejos de deprimirse, Bertrana aprovechó la oportunidad para mudarse con él a la Polinesia. Allí se reencontró con la escritura y publicó Paraísos Oceánicos, en el que relata el choque entre los valores familiares del Viejo Continente y la libertad de los maoríes.
También exploró Marruecos sola y durante la Guerra Civil en España militó en ERC. A todo esto, su marido la abandonó por su secretaria y se alió al Bando Sublevado. La victoria franquista la ahogó pero por suerte, pudo refugiarse en su escritura, hasta que murió en una España gris en 1974.
Júlia Casas, la más descarada de La Rambla
En el siglo XIX las floristas llegaron a La Rambla para dotar de vida, alegría y color al paseo. Y lo consiguieron con creces. En una de las tertulias organizadas en torno a sus puestos el pintor impresionista Ramón Casas conoció a Jùlia Peraire, una vendedora de lotería cuyo carácter encandiló al artista. Ella era veintidós años menor que él y se convirtió en su musa. No hay más que echar un vistazo a la obra pictórica de Casas para comprobar esa obsesión.
Querían casarse pero la familia de él no aprobaba el matrimonio. En aquella época, una mujer librepensadora, vivaz y apasionada como Peraire era sinónimo de moral dudosa. Casas rechazó a su familia animado por Peraire y se fue a vivir con ella. Contrajeron matrimonio en la iglesia de la Bonanova y nunca tuvieron hijos porque ella no quería ser madre. La burguesía del momento tampoco aprobaba esa relación entre un pintor de buena cuna y Jùlia Peraire pero aquello nunca les importó.