José Pérez Ocaña fue un artista y activista andaluz que se convirtió en un símbolo de resistencia al franquismo y removió conciencias durante la Transición.

José Pérez Ocaña (1947-1983) es uno de esos personajes de La Rambla que han pasado a la historia por su espíritu reivindicativo, jolgorio y excentricidad. Su presencia causaba repugnancia y admiración. Incomodaba a los defensores de la tradición,  el puritanismo y la rectitud. También provocaba admiración en esa juventud ochentera ansiosa de cambios, democracia y libertad. Este es un breve retrato sobre Ocaña, la alegría de Las Ramblas que se fue vestida de sol.

Ocaña nació en Cantillana, Sevilla. Como ahí rechazaban su homosexualidad, en 1971 se trasladó a Barcelona. Ahí desarrollaría su trayectoria artística y destacaría por su activismo y defensa del colectivo LGTB. Nunca abandonó sus raíces, algo que puede contemplarse en su obra pictórica. En ella abundan elementos del folklore andaluz (claveles, vírgenes, romerías, ferias…). Vivía en Plaça Reial y tenía un altar dedicado a la Virgen de la Asunción,  protagonista de las fiestas de Cantillana.

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Placa conmemorativa a José Pérez Ocaña en el número 12 de la Plaça Reial.

 

«Las procesiones son una forma de desinhibirse de la rutina»

La Ocaña (como le gustaba hacerse llamar) razonaría este vínculo con la religión católica diciendo que creía «en los dioses de la carne, no en los de madera» y que si ofrecía culto a estas imágenes era «porque lo que ha quedado de la religión son los fetiches». De hecho, también apuntó que «veía las procesiones no como manifestaciones religiosas, sino como como una forma de festejar y deshinibirse de la rutina diaria a base de jolgorio y manzanilla andaluza».

 

Fue un símbolo de resistencia a la dictadura franquista y sus valores enquistados. Anarquista reconocido, sus actuaciones en el Parc Güell durante las Jornadas Libertarias Internacionales de 1977 hicieron que más de una persona se llevara las manos a la cabeza. Gustaba de recorrer Las Ramblas vestido de mujer andaluza y rodeado de su troupe, entre los que destacan Nazario (padre del cómic underground en España) y Copi (dramaturgo e historietista argentino). Cuando conseguía atraer la atención de los curiosos, se golpeaba el pecho con el abanico como buena señora o se levantaba el vestido para enseñar sus partes.

«Todos tenemos algo de exhibicionistas»

Las performances de Ocaña bebían del nacimiento del punk y los primeros movimientos de protesta LGTB en el país. También del surgimiento del término queerque Judith Butler teorizaría en los noventa en El género en disputa. No solo era la folklórica de La Rambla. También hizo gala de su descaro en la primera edición del Canet Rock o los carnavales de Sitges, Vilanova i la Geltrú y su querida Sevilla.

En 1978 Ventura Pons dirigió su primer documental:  Ocaña, retrato intermitente. Es una panorámica sobre la España postfranquista a través del artista. Cuando se presentó en el Festival de Cannes, hizo estas declaraciones recogidas por EL PAÍS: «No me considero pionero del travestismo barcelonés porque siempre ha habido travestis, pero sí soy pionero del teatro en la calle. Cuando me disfrazo parezco una pintura negra de Goya. Es lo que intento, dar una imagen grotesca, distorsionada. Creo que la provocación gusta a todo el mundo, porque todos tenemos algo de exhibicionistas. Soy exhibicionista porque he estado mucho tiempo marginado. Pero en casa yo me maquillaba como los griegos y los romanos».

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Ocaña y Nazario revolucionando Las Ramblas de Barcelona | Fuente: El Periódico.

 

En septiembre de 1983 viajó a Cantillana para celebrar el carnaval. Se disfrazó de hada, enarbolando una antorcha que le produjo heridas mortales. Murió una semana después, vestida de día, vestida de sol, como canta el tema que Carlos Cano le compuso. La Ocaña se fue pero Las Ramblas le echan de menos.