El trabajo es fruto de la colaboración, y ésta sólo puede basarse en el amor
Gaudí el sabio
Antoni Gaudí (1852-1926) es uno de los arquitectos más universales de Cataluña. Nacido en Reus (Tarragona), se trasladaría a Barcelona en 1868 para completar los estudios. Tras las clases en la Escuela de Arquitectura, le gustaba salir a pasear por la Rambla. Era un asiduo del ya desaparecido Café Pelayo, próximo a la plaza de Cataluña. Formaba parte de la Peña de los sabios, también bautizada con el nombre de Panda de la Renaixença. A ella acudían el dramaturgo Àngel Guimerà o el arquitecto Lluís Domènech i Montaner, entre otros. Un Gaudí que sorprendía por su anticlericalismo militante.
Otros proyectos
Una vez finalizados los estudios de arquitectura se dedicó a elaborar proyectos de todo tipo. Uno de ellos fue un sillón, nunca realizado, para una de las instituciones más importantes de la ciudad: el Ateneo Barcelonés (entonces situado en el mismo edificio que el Teatro Principal de la Rambla). Gaudí sería socio. Otro proyecto fallido fueron unos quioscos para la venta de flores que le encargó el empresario Enrique Girossi (1878). Estaban decorados con letras de coplas andaluzas y claveles. No es extraño, pues, que otro enamorado de la Rambla como el escritor Josep Pla lo describiese así: “Es uno de los catalanes de altura más vasta que en nuestra historia han existido”.
Un cine secreto
Entre los trabajos de Gaudí más desconocidos y, a la vez, sorprendentes se encuentra un cine. El encargo vino de su amigo, el pintor y empresario Lluís Graner. Lo llamaron Sala Mercè (1904), un claro homenaje a la patrona de Barcelona. Aprovechando la longitud del local, Gaudí diseñó en el sótano unas grutas fantásticas llenas de dioramas y rodeadas de estalactitas con cráteres (además de una cascada de agua natural). Dalí calificaría el entorno de “comestible”. El negocio acabó cerrando. Tomó el relevo otra sala: el Cine Atlántico. Actualmente, el solar lo ocupa el hotel Citadines (número 122).