Mucho cansancio, pero gente amable. ¡Ha sido agradable!
Invitado por un matemático
El mes de febrero de 1923 el físico alemán Albert Einstein (1879-
1955) visitaba Barcelona. Lo hacía dos años después de recibir el
premio Nobel invitado por el matemático Esteve Terrades (a
quien Einstein definió como una “mente privilegiada”). El
Ayuntamiento le había reservado una habitación en el prestigioso
Hotel Colón. No obstante, nadie fue a recibirlo a la estación.
Acabaría hospedándose en el Cuatro Naciones de la Rambla. El
propietario de esta modesta fonda se lo encontró tocando el violín.
No fueron vacaciones
El programa del ideólogo de la teoría de la relatividad era bastante
apretado y lleno de conferencias. Una de ellas la impartió en la sala
de actos de la Real Academia de Ciencias y Artes de Barcelona
(RACAB), justo encima del teatro Poliorama, en la Rambla de los
Estudios. El tesorero de la institución, Josep Serrat, abonaría “al
sabio profesor” 500 pesetas (3 euros) por la charla. También
visitaría la Escuela de Ingenieros Industriales o el Institut d’Estudis
Catalans.
Fruta de Galileo
Entre los actos más destacados de su estancia sobresalen la
recepción oficial en el Saló de Cent del Ayuntamiento y la cena
privada ofrecida por el ingeniero y político Rafael Campalans. En
el discurso que tuvo lugar en la Casa Gran el científico se refirió a
Barcelona como “esta bella ciudad espléndidamente situada, tan
soleada”. Y respecto a la comida, ha quedado para la historia el
nombre de algunos platos del menú, salpicados de referencias
científicas en su honor. Así, encontramos fruta de Galileo, salsa a
la Michelson, jerez inercial Tío Pepe o champán Codorníu
relativista.