Las farolas de la plaza Real en Barcelona fueron el “empujoncito” que necesitaba Antoni Gaudí para hacerse valer.

Todos los genios han pasado por unos comienzos complicados. Antes de crear Los Simpsons, por ejemplo, Matt Groening trabajó como chófer y lavando platos en una guardería. Quentin Tarantino estuvo de dependiente en un videoclub y Tom Cruise estaba tan desesperado con su vida que consideró la idea de hacerse franciscano. Así hasta que un día algo hace click y descubren en qué pueden destacar. A Antoni Gaudí (1852-1926) le pasó algo parecido. Cuando se graduó en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona lo  hizo con un expediente académico bastante flojo. Su oportunidad llegó cuando el Ayuntamiento le encargó el alumbrado público de dos plazas que hoy son parada obligatoria. Estas son la plaza Real en Barcelona y el Pla del Palau.

Mientras estudiaba, Gaudí trabajó como delineante para arquitectos de renombre como Francisco de Paula Villar, Joan Martorell o  Josep Fontserè i Mestre. Con este último hizo la reja de entrada del Parque de la Ciutadella y fue el motivo por el que el Ayuntamiento pensó en él. Gaudí hizo dos diseños diferentes para las farolas, uno de tres brazos y otro de seis. Las dos tenían una base de piedra sobre la que se levanta una columna de hierro forjado y bronce. Las decoró con una representación del casco alado de Mercurio y dos serpientes enroscadas.

farolas de la plaza real
Plaza Real en Barcelona.

 

Las farolas de la Plaza Real en Barcelona fueron el primero de muchos encargos

El arquitecto no quería que las farolas de la Plaza Real fueran ostentosas y chillonas, sino sencillas. De hecho, cuando presentó el proyecto al Ayuntamiento, dejó claro que quería “Hacer un candelabro de noble sencillez sin raquitismo, dando a cada parte la importancia que requiere y sujetándolo a cumplir estrictamente las necesidades con cuyo objeto ha sido creado.

Las farolas de la Plaza Real se inauguraron en 1879 y dejaron impresionada a la sociedad de la época. Pocos después, en 1883,  Gaudí recibió el encargo de diseñar la Casa Vicens. La guinda del pastel fue cuando el industrial catalán Eusebi Güell se fijó en su talento, dando lugar a una relación no solo de mecenazgo, sino de amistad. De ahí surgieron obras como el Palau Güell (en carrer nou de La Rambla), el Parc Güell o la Colonia Güell.