El libro ‘Querido Salvador, Querido Lorquito’ recopila las cartas de amor que Dalí y Lorca intercambiaron entre 1923 y 1936.
La relación entre Dalí y Lorca nunca estuvo exenta de erotismo. Vivieron su propio Brokeback Mountain en una España que un día encarcelaba homosexuales por su inmoralidad y al siguiente refunfuñaba y miraba al otro lado (siempre que no molestasen). Entre 1923 y 1936 se intercambiaron cartas de amor que comenzaban con un Querido Salvador o Querido Lorquito y dejan constancia de la platónico historia de amor platónica que mantuvieron.

Un poco de contexto
La actitud dependía, por supuesto, del color que estuviera al mando. En esos años se vivía la Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930), que ensalzaba una patria eterna, Católica y masculina. Es decir, dos hombres besándose en la calle se enfrentaban, como poco, a perder su trabajo y la cárcel. Cuando se proclamó la Segunda República en 1931 se eliminó cualquier ley que penase la homosexualidad.
Aunque la sociedad seguía siendo homófoba, fue un pequeño primer paso para la lucha de los derechos del colectivo LGTBIQ. Una rendija de esperanza que se cerraría de un portazo con la victoria del Bando Nacional en 1939 y la instauración de la dictadura franquista. Cuarenta años de represión a cualquier actitud homosexual, feminista o roja que chocase con la moral del régimen. Tras la muerte del Caudillo en 1975 llegaría La Movida Madrileña, las performances de Ocaña y las asociaciones. Pero para eso aún quedaban muchos años.

Querido Salvador, Querido Lorquito
Y en este cambiante panorama político, dos genios se enamoran. Esta historia de amor se refleja en Querido Salvador, querido Lorquillo, una obra que recoge la correspondencia que mantuvieron en esos años de agitación social y artística. Muchas de esas cartas se han pedido para siempre. Ana María, hermana de Dalí, vendió mucho material vinculado a su hermano tras la Guerra Civil, en el que se incluyen muchos de los textos de Lorca. Además, a Gala no le sentaban bien los coqueteos con el poeta, por lo que destruyó gran parte de la correspondencia. Solo sobrevivieron siete cartas frente a la cuarentena de las que Dalí le envió a Lorca.
Por cierto, del 4 de agosto al 14 de octubre el MNAC acoge la exposición Gala Salvador Dalí. 180 obras que que reconstruyen la vida de esta compleja artista más allá de su papel como musa del genio surrealista. Aquí puedes comprar las entradas.
El genio surrealista jamás negó sus sentimientos hacia el poeta. En una carta al director publicada por el diario El País en 1986 hablaría de “un amor erótico y trágico, por el hecho de no poderlo compartir”. En una de esas misivas, Dalí le dedicaría a Lorca estas palabras: ‘Tú eres una borrasca cristiana y necesitas de mi paganismo (…) Yo iré a buscarte para hacerte una cara de mar. Será invierno y encenderemos lumbre. Las pobres bestias estarán ateridas. Tú te acordarás que eres inventor y viviremos juntos con una máquina de retratar’.

«Federico probó a darme por culo»
La suya fue una historia de amor clandestino, pero también de dos intelectuales que se admiran, enseñaban y picaban. Hasta trabajaron juntos en la obra del poeta Mariana Pineda, que usó los decorados de Dalí. Se propuso en contadas ocasiones mantener relaciones sexuales. El pintor aceptó a condición de que el andaluz se acostase con la pintora Margarita Manso. No solo se consumó, sino que le dedicaría un poema en el Romancero Gitano que estaba preparando.
En 1927, durante un viaje a Cadaqués, Lorca vio el momento de cerrar aquel trato. Sin embargo, Dalí se niega a cumplir su parte. Este explicó la situación a su amigo y escritor Max Aub: “Federico, como todo el mundo sabe, estaba muy enamorado de mí, y probó a darme por el culo dos veces, pero como yo no soy maricón y me hacía un daño terrible, pues lo cancelé en seguida y se quedó en una cosa puramente platónica y en admiración”.
Tras este episodio, se distanciaron. Salvador Dalí empezó a colaborar con Luis Buñuel para parir a dos de los trabajos más importantes de la historia del cine español: Un perro andaluz (1929) y La edad de oro (1930). De hecho, Lorca se ofendió con el título de la primera película. Opinó que era “Una mierdesita así de pequeñita y el perro andaluz soy yo”.

«Somos dos espíritus gemelos»
En 1930 Dalí intenta estafar a los padres de Lorca aprovechando que este se encontraba en Nueva York. El poeta retomaría el contacto escribiéndole “Me gustó muchísimo el timo que ibas a dar a mi familia, y es una lástima que no te enviaran el dinero. Yo me enteré tarde, pues la carta me la enviaron a mí; si no yo te hubiese girado el dinerito”. No se encontraron hasta cinco años más tarde, durante una visita a Barcelona. En una de las entrevistas que Lorca concedió, afirmó “Somos dos espíritus gemelos. Aquí está la prueba: siete años sin vernos y hemos coincidido en todo como si hubiésemos estado hablando diariamente”.
«Olé»
La Guerra Civil española estalló un año después y la vida de Lorca peligraba. Mucho. Las embajadas de México y Colombia le había ofrecido asilo político en numerosas ocasiones y su entorno le recomendaba, encarecidamente, huir del país. Este se negó y en vez de exiliarse, volvió a Granada para reunirse con su familia. Le acogió su amigo, el poeta Luis Rosales. El 16 de agosto de 1936 la Guardia Civil se presenta en la casa para detenerle por ser espía de los rusos, estar en contacto con éstos por radio, haber sido secretario de Fernando de los Ríos y ser homosexual. Dos días después, muere fusilado.
Salvador Dalí siempre se sintió responsable del destino de su amigo. Se recriminaba no haber insistido lo suficiente para que este le acompañara a Italia en 1936. Cuando le llegó la mala noticia, solo pudo pronunciar una palabra de admiración ante la valentía del poeta: Olé. Tras el conflicto, pintaría el rostro de Lorca en varias de sus obras.

En noviembre de 1988 Dalí fue ingresado debido a un fallo cardíaco. Cuentan que en la agonía de su enfermedad, lo único inteligible que consiguió decir fue “El Meu Amic Lorca” (mi amigo Lorca). Murió el 23 de enero de 1989 escuchando su disco favorito, Tristán e Isolda, de Richard Wagner.