Esta frase hecha tiene su origen en La Moños, el personaje más popular de La Rambla de la primera mitad del siglo XX.

Lo mires por donde lo mires, La Rambla siempre ha sido una fábrica de personajes. Todas las generaciones que la han pisado tienen su “loco” entrañable, ya sea un artista, un buscavidas o trabajadores de dudosa reputación. Son esos individuos a cuya presencia te acostumbras, incluso te alegran el día, y que una mañana, sin más, desaparecen, mutilando un poquito la calle más popular de Barcelona. Una de esas presencias que La Rambla nunca olvidará por mucho que pasen los años se llamaba Dolors Bonella i Alcázar, pero siempre se la recordará como “La Moños”, de ahí la expresión “ser más famosa que La Moños”.

Toda una leyenda

Era una mujer menuda, que vestía con blusas chillonas, faldas largas estrafalarias y se maquillaba en exceso, plantándose dos enormes coloretes en las mejillas. Cuando no se peleaba con ella misma y corría Rambla arriba, Rambla abajo, se acercaba a los paseantes con una sonrisa infantil y les preguntaba «Senyoret, senyoret vol que li canti una cançó o li reciti un verset?».

la moños
Imagen publicitaria de La Moños para muebles El Negro.

Nació en la calle Cadena, actual Rambla del Raval, en 1851, pero los ramblistas empezaron a reparar en su presencia en los años veinte, una época de progreso económico marcada por la llegada de la Revolución Industrial a Cataluña. En aquella época podía uno encontrarse en la puerta del Liceu desde a un alto aristócrata a la espera del concierto de turno hasta a un pedigüeño esperando su momento para robarle algo de valor. Eran los tiempos de las floristas, las tertulias en Canaletas y la consolidación del modernismo. En esa próspera calma que precedía a la tempestad de una guerra civil estaba ella, La Moños, conquistando el día a día de los que atravesaban la calle donde todo empieza en Barcelona.

La primera hippie de Barcelona

Nadie sabe muy bien qué o quién la volvió loca, pero todas las teorías convergen en el trauma de un bebé que nunca crió y alguien influyente que se aprovechó de su posición para dañarla. Algunos dicen que un marqués la dejó embarazada y le robó a su hija, otros que el propietario de un palacete la embarazó y le obligó a abortar. También se rumorea que cuando era muy joven tuvo una criatura con un mozo de la alta burguesía catalana que la raptó.

La locura de La Moños y su trágico pasado no solo eran la comidilla de los vecinos, sino símbolo de inconformismo, especialmente cuando estalló la Guerra Civil. Cuentan que durante las Jornadas de mayo de 1937, que enfrentaba a anarquistas y trotskistas por un lado y el Gobierno de la República y la Generalitat por otro, se hizo un alto el fuego entre los milicianos de la CNT y la UGT para que ella pudiera atravesar el cruce entre Paseo de Gràcia y Diagonal. Ella no se había dejado amedrentar por el conflicto ni el odio insano que surge de una guerra entre hermanos y vecinos, su demencia estaba por encima aquello. Eso, fueras del bando que fueras, era digno de admirar y envidiar a partes iguales.

Inmortal

Esta muñeca rota con corazón de oro murió en 1940,  a los 89 años, en un hospicio. Se marchó sin hacer ruido pero su aspecto y vida estrafalarios han quedado retratados en un muñeco autómata en el Museo de Autómatas del Tibidabo, una película dirigida por Mireia Ros, un musical y hasta una sardana. El artista Rudy Ventura la recuerda así en uno de sus temas: D’un grat record, ciutat comtal, per sempre més tindràs la Moños immortal. I per sempre immortal, la Moños!