La Plaça de Catalunya se convirtió en realidad con motivo de la Exposición Universal de 1888 pero su historia se remonta unos años atrás.

El corazón de Barcelona; el punto en el que confluyen sus calles más transitadas, los jóvenes que se manifiestan y los ancianos que dan de comer a las palomas. Esa es ella, la Plaça de Catalunya, una de las más grandes del país.

Con una extensión de cinco hectáreas, es el kilómetro cero  Cataluña. El punto de partida de La Rambla, el Paseo de Gracia,  Rambla de Cataluña, Avenida de Portal del Ángel, Calle Pelayo o las rondas de Universitat y de Sant Pere ¿Desde hace cuándo? Bueno, oficialmente no tiene cien años. Sin embargo, hay que remontarse al siglo XIX para explicar su origen como es debido. Barcelona se asfixiaba en sus antiguas murallas. Fuera, en una de las entradas de la ciudad, existía una gran explanada que acogía barracas de feria, cafés improvisados, comercios y quioscos.

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Grabado de la Plaça de Catalunya en 1872.

 

Por aquel entonces se ponía en marcha en Plan Cerdá de reforma y ensanche de la ciudad. Aquello dejaba una cincuentena de calles y puntos de Barcelona sin nombre. El Ayuntamiento encargó al periodista y político catalán Víctor Balaguer la investigación del origen, historia, tradiciones y evolución de Las calles de Barcelona (1865-66) para que dejaran de ser un número. Lo hizo en calidad de cronista de la ciudad y situó a la Plaça de Catalunya como el centro de todo:  “A la salida de la Rambla, antes que ésta enlace con su prolongación, y antes de penetrar en el paseo de Gracia, existe hoy una vasta extensión de terreno que el público ha dado en llamar plaza y que las gacetillas de los periódicos y el vulgo han bautizado con el nombre de plaza de Cataluña”.

Núcleo comercial

Pero aquello era, literalmente, todo campo. El permiso para convertirlo en plaza no llegó hasta  la Exposición Universal de 1898. Sin embargo, entre las obras del metro y el trajín de la dictadura de Primo de Rivera, no se inauguró de forma oficial hasta el 2 de noviembre de 1927. En un principio iba a ser obra de Josep Puig i Cadafalch (arquitecto de la Casa Amatller y la de les Punxes) pero el dictador prefirió a otro arquitecto, Francesc Nebot, que presentó un proyecto de reforma similar al de su colega. Colocó esculturas de artistas reconocidos del momento como Josep Clarà o el modernista Josep Llimona. Rodean la Plaça de Catalunya seis grupos escultóricos que representan las cuatro capitales catalanas, la sabiduría y el trabajo.

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La Plaça de Catalunya en 1927.

 

Con motivo de la exposición Internacional de 1929 se instalaron en la plaza algunos de los hoteles y cafés más lujosos de la ciudad. Aquella fue su consagración como centro neurálgico del comercio catalán. A partir de ahí llegarían las grandes marcas de moda o empresas nacionales e internacionales. Por no hablar de su papel como altavoz de las protestas y eventos más importantes de la historia reciente de Barcelona, como el 15M, las manifestaciones del día de la mujer, Sant Jordi o los homenajes a las víctimas del 17A.