El Gran Teatre del Liceu se construyó sobre los cimientos de un antiguo convento. Desde entonces, han pasado cosas muy extrañas.
El Gran Teatre del Liceu, situado en la rambla dels Caputxins, es uno de los edificios más representativos de todo el paseo barcelonés. Todo un templo a las bellas a las artes en el que se han representado las óperas más importantes de nuestra historia. Sin embargo, desde su primera inauguración el 4 de abril de 1847, ha sido un lugar marcado por el misterio. Estas son algunas de sus leyendas.
El Liceu siempre se concibió como una casa para la música y el teatro. Sus orígenes se remontan a 1837, en la Sociedad Dramática de Aficionados. Esta edificó su sede sobre las ruinas de un convento arrasado por un incendio en ese mismo siglo. Durante las obras se encontraron restos de antiguos monjes, señal de que el misterio y la intriga marcarían para siempre la historia de este lugar.
El incendio de 1861
En 1838 se profesionalizó para convertirse en el Liceo Filarmónico Dramático Barcelonés. Este lugar de encuentro para la alta burguesía catalana y los enamorados de la música merecía destacar. El 4 de abril de 1847 se inauguró, con todos los honores, el Gran Teatre del Liceu (casi) tal como lo conocemos.
Los bolsillos más abultados no eran los únicos que frecuentaban el Liceu. El pueblo también asistía a numerosas fiestas y bailes en las que imperaba la alegría y el desenfreno. Una de ellas era el carnaval. El de 1861 debió ser movidito. Ese año, se declaró un incendio que destruyó por completo la sala y el escenario. Los más creyentes cuentan que los monjes enterrados bajo el edificio se hartaron de tanto “pecado y fiestas paganas” y decidieron tomar cartas en el asunto. Otros cuentan que durante la retirada de escombros, encontraron un papelito en el que ponía “Soy un búho y voy a solas, si lo volvéis a levantar, lo volveré a quemar”.
La ópera maldita
Las labores de reconstrucción empezaron de forma inmediata pero, un año después del incendio, una gran inundación las redujo a nada. El Liceu se reabrió en 1862 pero pronto viviría otro agitado episodio de su historia. En aquella época de revoluciones sociales y pistolerismo, era el escaparate de la alta burguesía financiera e industrial.
El 7 de noviembre de 1893, un anarquista lanzó dos bombas desde la platea mientras se estrenaba el Guillaume Tell de Rossini. Era el estreno de la temporada de invierno y ahí se encontraban las grandes fortunas catalanas. Camuflado entre las butacas, en el quinto piso, se encontraba Santiago Salvador. Poco después del inicio del segundo acto, arrojó dos bombas hacia la platea. La primera estalló provocando la muerte de 20 personas. La segunda no llegó a detonar pero la tragedia, una vez más, volvía a los escenarios.
El atentado era una respuesta a la muerte de Paulino Pallás Latorre, que dos meses antes había intentado asesinar al General Martínez Campos con dos bombas. En vez de huir, se dejó detener y condenar al grito de viva la anarquía. Salvador, por su parte, se dio la fuga. La policía le encontraría meses más tarde escondido en casa de un amigo. Le ejecutaron a garrote vil.
La ópera de Guillaume Tell tardó 32 años en volver al teatro, ya que se la consideraba «maldita» por la vinculación con el ataque.
El incendio de 1994
Seguramente, tú o tus padres recordéis el último hecho misterioso relacionado con el teatro. El 31 de enero de 1994, La Rambla despertaba con el Liceu en llamas. Aquella imagen se grabaría en las retinas de la sociedad catalana, que sufrió un duro impacto emocional. Las obras de reconstrucción duraron poco más de cinco años. La fachada del edificio se reprodujo tal y como se planteó en el siglo XIX. Por dentro, lo convirtieron en uno de los teatros más seguros del mundo. De momento, no ha vuelto a ocurrir nada más pero es inevitable recordar ese viejo mensaje de “Soy un búho y voy a solas, si lo volvéis a levantar, lo volveré a quemar”.
Tras el incendio de 1994 el Liceu se convirtió en uno de los teatros más seguros del mundo. Para recordar este episodio, recuperamos el testimonio que Montserrat Caballé grabó para Informe Semanal tras conocer la trágica noticia.
Imagen destacada: ABC