Uno de los pintores más famosos de todos los tiempos tenía un lado tiránico del que no se suele dar constancia. Estamos hablando de la relación de Pablo Picasso y las mujeres.
Que un genio haya pasado a la historia por revolucionar el mundo de la música, el arte o el cine no significa que solo deba recordarse su virtuosismo. Woody Allen sabe dirigir y hacer buenos guiones pero eso no anula los escándalos sexuales que le rodean. Janis Joplin tenía una voz increíble, aunque la heroína y los excesos la matasen. En el caso de Pablo Picasso (1881-1973), su obra pictórica ha marcado un antes y un después en el arte contemporáneo. Sin embargo, su relación con las mujeres dejaba muchísimo que desear. Admirado por su talento, temido por sus amantes. Aquí dibujamos algunas sombras de la vida del artista.

Hablar de Picasso y las mujeres es también adentrarse en sus etapas artísticas y sus cuadros más destacados. El artista malagueño plasmaba en sus obras todo lo que le pasaba. La artista plástica Dora Maar fue la que se dio cuenta de que se podía contar la biografía de Picasso en base a sus retratos. Fue la que dijo que “cada vez que Picasso cambiaba de mujer, todo cambiaba. Se trasladaba a otra casa cambiaba de amigos, de perro, y por supuesto, de estilo”. Por cierto, Maar inició su romance con Picasso cuando este estaba casado con su primera esposa, la bailarina Olga Khokhlova (Olga Jojlova con mantilla, Retrato de Olga en un sillón), y compartiendo casa con Marie-Thérèse Walter, modelo y amante (El sueño). Todo muy sano.

“Cada vez que Picasso cambiaba de mujer, todo cambiaba”
Dora Maar era una admirada fotógrafa y pintora en el París de principios de siglo. Fue ella quien capturó en imágenes la creación de Guernica. Se conocieron en la Ciudad del amor en 1936, cuando él tenía 55 años y ella 29. El flechazo fue instantáneo y durante nueve años, fue su modelo y amante (Dora Maar au chat, La mujer que llora). Picasso ridiculizaba su obra y la maltrataba física y psicológicamente. Cuando este la abandonó por otra pintora francesa, Françoise Gilot, se sumió en una depresión.
Maar era una mujer enigmática, muy inteligente y comprometida con la lucha antifascista. Pese a su genialidad, tenía una personalidad inestable, propensa a las relaciones tormentosas. Tras el rechazo se aisló del mundo y la ingresaron en un hospital psiquiátrico. A su entierro solo acudieron siete personas.

Gilot se siente orgullosa de ser la única mujer que dejó a Picasso. De ello habla en sus libros Vida con Picasso y Picasso y Matisse. Sin pelos en la lengua (o la pluma), declara «Soy la única mujer que no se sacrificó al monstruo sagrado (…) y está viva para contarlo». Contúa: » Era una persona maravillosa para estar con él, era como fuegos de artificio. Asombrosamente creativo, tan inteligente y seductor. Si estaba de humor para fascinar, era capaz de hechizar hasta a las piedras. Pero también era muy cruel, sádico y despiadado con los demás y consigo mismo (…) Fue el amor más grande de mi vida, pero había que tomar medidas para protegerse (…) Las otras no lo hicieron, se aferraron al poderoso minotauro y pagaron un precio muy alto.»
“Máquinas de sufrir”
Picasso dijo en una ocasión “Dora, para mi, siempre será una mujer que llora… y es importante, ya que las mujeres son máquinas de sufrir”. La frase continúa: Durante años la pinté en formas torturadas, no por sadismo ni porque me diera placer. Solo podía seguir la visión que se me imponía. Esa era la profunda realidad de Dora».
El malagueño estaba obsesionado con la figura femenina y lo que le transmitía, por esos sus obras están plagadas de lenguas retorcidas, pezones, ojos o bocas desorbitadas. Paula Izquierdo, autora del libro Picasso y las mujeres explica que «Picasso pasaba del amor pasional al desprecio más absoluto con cada mujer y después renacía cuando aparecía una nueva mujer a su lado”. Maar no fue la única que acabó mal. Olga Khokhlova, que le abrió las puertas a Picasso de la alta sociedad, se obsesionó, y la verdad es que los celos de este tampoco ayudaban. Porque Picasso, cuando las abandonaba, también manipulaba para que siguieran orbitando a su alrededor. Nunca le concedió el divorcio, pues de haberlo hecho ella se habría quedado con la mitad de sus obras.

La mujer que hizo sufrir a Picasso
La familia de Picasso se instaló en Barcelona en 1895, cuando este tenía trece años. Cinco años después, este viajaría a la Exposición Internacional de París de 1900 junto a su mejor amigo, Carles Casagemas. Allí conoció a la modelo Germaine Gargallo, de quien se enamoraría hasta la obsesión. Sin embargo, ella le rechazó por, entre otras cosas, su impotencia sexual.
A Picasso no le daba buena espina el rumbo de la relación e intentó alejar a su amigo de París. Este se volvió loco. Preso de la depresión, intentó matar a Germaine con una pistola por rechazarle. Tras fallar el tiro, dirigió el cañón a su cabeza y disparó. El suicidio marcó radicalmente a Picasso, hasta el punto de marcar un antes y un después en su obra. Fue el comienzo de la Etapa Azul, de las noches de absenta en el Bar Marsella, las señoritas de Avinyó y, quizá, el comienzo de su misoginia.
