El físico y divulgador británico Stephen Hawking ha fallecido en Cambridge a los 76 años.

El científico y físico británico, Stephen Hawking, ha fallecido a los 76 años en su casa de Cambridge en la madrugada de este miércoles. Padecía esclerosis lateral amiotrófica (ELA) desde los 22 años. Eso no le impidió superar todas las expectativas sobre su esperanza de vida y convertirse en una de las mentes más brillantes de la historia. Siempre se le recordará sobre su investigación sobre la relatividad, el Universo y los agujeros negros. De hecho, su obra divulgativa Breve historia del tiempo: del Big Bang a los agujeros negros, publicada en 1988, ha vendido diez millones de copias y se ha traducido en 35 idiomas.

Precisamente en 1988 viajó Barcelona para presentar este trabajo en el Museo de la Ciencia. Era una visita privada, que realizó con su primera mujer, Jane Wilde y su hijo Robert. La organizó Assumpció Gausa, responsable de comunicación de la editorial que había publicado Breve historia del tiempo. Su marido, el periodista Lluís Permanyer, guió y enseñó la Barcelona preolímpica a Hawking y su familia.

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Stephen Hawking en el Palau de la Música | Fuente: alvador Sansuán, La Vanguardia.

 

Era finales de octubre y estaban alojados en el Hotel Fortuny (carrer del Pintor Fortuny, 13), ahora Hotel Silken Ramblas. Una de las primeras paradas de su recorrido por Barcelona fue, precisamente, La Rambla. En una intervención para Cadena Ser, Permanyer cuenta una divertida anécdota al respecto. El periodista le explicó que los kioskos de este paseo eran especiales, ya que podías encontrar libros de ciencia o poesía junto a las revistas de pornografía. Al oírlo, Hawking apretó el acelerador de su silla de ruedas y se acercó al primer puesto que se cruzó en su camino. Pues sí, junto a las publicaciones subidas de tono había cien ejemplares de Breve historia del tiempo traducidos al catalán y al castellano. Unas horas después, durante una entrevista, bromeó sobre lo mucho que le había gustado encontrar su libro junto a las revistas de señoras desnudas.

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Stephen Hawking de paseo por Barcelona | Fuente: Salvador Sansuán, La Vanguardia.
Descubriendo Barcelona

Stephen Hawking y su familia también cenaron en una de las terrazas de la Plaça Reial, asistieron a un concierto en el Palau de la Música y se subieron a una de las Golondrinas. Disfrutaron de las sardanas en la Plaza de la Catedral y el mismo Pasqual Maragall, el alcalde de entonces, le mostró el Ayuntamiento.

Lluís Permanyer cuenta que también visitaron la Basílica de Santa María del Mar. Ahí le dijo “ya sé que tiene un problema personal con Dios pero te he traído aquí no porque sea su casa, sino porque es un templo en el que el espacio interior (ya sé que lo suyo es el exterior) merece la pena”. Y sí, consiguió impresionar a Hawking.

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Pasqual Maragall muestra la bandera de los Juegos Olímpicos de 1992 | Fuente: Salvador Sansuán, La Vanguardia.

 

Tres mil personas en una sala de cuatrocientas

El genio también dio una conferencia sorpresa en la Universidad Autònoma de Bellaterra para explicar la historia de los agujeros negros y las bases científicas de su existencia. El acto congregó a tres mil personas en una sala que estaba preparada para cuatrocientas. De hecho, algunos medios criticaron esta poca preparación. Aun así, la intervención fue un éxito rotundo pese a que por aquel entonces, ya había perdido el habla.

Stephen Hawking y su familia quedaron encantados con Barcelona y el trato recibido. Jane Wilde reconoció que no quería volver y se despidió con pena de la ciudad. Días después Lluís Permanyer le envió un sobre con rosas de La Rambla.

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Stephen Hawking en la Universidad Autònoma de Barcelona | Fuente: Salvador Sansuán, La Vanguardia.

 

El astrofísico volvería fugazmente a Barcelona en 2005 para dar una conferencia restringida sobre la paradoja de los agujeros negros, sin periodistas ni público sin acreditación previa. En aquel año su ELA estaba tan avanzado que se comunicaba moviendo un músculo bajo el ojo y usando un sintetizador de voz de 1986. De hecho, solo aceptó preguntas del público que se contestaran con un sí o un no. Actos como este demuestran que Hawking fue una mente brillante hasta el final, sin miedo a la muerte pese a su estado.